No
te
entiendo
y
nada
sé
de
tus
espectros
sin
ternura.
Nada
encuentro
en
tus
excesos
de
capullo
siempre
ovillándose
por
ocultar
el
aire.
Nunca
podrás
con
la
báscula
de
tantas
vanidades;
careces
de
talentos
para
emporcelanar
un
corazón
tardío.
Nada
sé
de
ti
tan
expectante,
tan
estatua
ecuestre.
Nunca
más
me
zurearás
tu
vaticinio
odioso;
nunca
más
celebrarás
tu
nombre
en
el
cepo
de
mis lágrimas.
No
te
conozco
y
nada
ofrece
tu
clarividencia.
Tu
canto
oscuro
es
cardinal
aunque
sin
casa.
¡Desata
la
ventisca
y
atorméntate
la
tempestad
que
traes!
Nunca
más
te
llevarás
lo
fresco
de
mi
mesa.
Nunca
más
vapulearás
las
llaves
que
desconjuran
el
tiempo
o
la
alegría.
Karelyn Buenaño.
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