Uno se vuelve un ser odioso
acorazado poeta,
y olvida que el aire
no deja de empujar las hojas secas
desde la esquina a la casa
y que en las casas
de las otras ciudades
hay otros átomos de barro que deambulan.
Uno descuida su primer corazón
el más extenso, poeta,
y se lo vende a las aves
que se marchan para siempre
y deja atrás los intentos,
los libros pequeñitos comidos por la plaga,
los vasos de vino llenándose de lluvia.
Uno no encuentra todo lo que quiso
nube de playa en poeta,
sino que se extingue
corrigiendo versos
como quien pretende enderezar el mar.
Karelyn Buenaño.
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