viernes, 23 de diciembre de 2011
ORIGAMIA
(réquiem por el Chino Valera Mora)
Por el lado más ajado
me agrandas siempre;
doblas mis carnes
de tal manera
que multiplicas mis cejas magulladas;
y tal vez con ellas
los mandalas que soy.
Poseo exactamente
cincuenta y siete pliegues subterráneos
de los cuales
sólo cincuenta y seis
admitirán posibles reescrituras.
Las láminas de adentro
me arrugan fuerte
para acunar hormigas extraviadas.
Algunos himenópteros
me confunden con la central de las colmenas.
¡Abejas de la sed, venid a mí!
Creo en la sagrada rotación
de los ángulos
que imaginaron en mí
otra gaviota escalena.
A ver si ahora me dices
en cuál de tantas alas
comienza el festival de tus oficios.
Karelyn Buenaño
miércoles, 21 de diciembre de 2011
STORYTELLING
(a Aurelia y su tropa mágica)
Un día tendré que contarte
historias diferentes
sobre los dragones.
No todos son milenarios,
y no siempre están tan lejos
de tu sueño.
No todos nacen
escupiendo fuego.
A ver si te gusta mi cuento
del Gran Dragón Dang que, por falta de alas,
tenía las patas de un galgo
y los dientes pequeños de un mono.
Como no comía lava
no salvaba reinos.
No cuidaba palacios,
se acurrucaba en los nidos.
Puede ser
que un día lo descubras
contando historias de dragones diferentes,
o soplando caramelos por la boca
muy elegante como un sapo en una fuente.
Karelyn Buenaño
Un día tendré que contarte
historias diferentes
sobre los dragones.
No todos son milenarios,
y no siempre están tan lejos
de tu sueño.
No todos nacen
escupiendo fuego.
A ver si te gusta mi cuento
del Gran Dragón Dang que, por falta de alas,
tenía las patas de un galgo
y los dientes pequeños de un mono.
Como no comía lava
no salvaba reinos.
No cuidaba palacios,
se acurrucaba en los nidos.
Puede ser
que un día lo descubras
contando historias de dragones diferentes,
o soplando caramelos por la boca
muy elegante como un sapo en una fuente.
Karelyn Buenaño
jueves, 10 de noviembre de 2011
Pájaros de Au
"¿Los pájaros dicen que es de día?"
retoza mi niña
sopranina en el jardín de los encantamientos.
Karelyn B.
retoza mi niña
sopranina en el jardín de los encantamientos.
Karelyn B.
poiema nuevo
Hay quien camina
como quien va hacia el fuego
Hay quien se aferra
al pasamanos de los días.
Karelyn B.
como quien va hacia el fuego
Hay quien se aferra
al pasamanos de los días.
Karelyn B.
domingo, 18 de septiembre de 2011
Homenaje
El de la rosa era mi sol y el jaspe de la risa
el del jacinto
era una luz sencilla
faroleando sobre el desasosiego
el de la rosa era una mantel de nubes
el del jacinto era una rosa amante
el de la rosa se extraviaba en hiedras
el del jacinto era un insomne viaje
el de la rosa fue jacinto alado
el del jacinto iba en barco a las praderas
el del adiós será el claror eterno
el de la flor será ese único trance de la luna.
(del poemario Mi vuelo nigro
el del jacinto
era una luz sencilla
faroleando sobre el desasosiego
el de la rosa era una mantel de nubes
el del jacinto era una rosa amante
el de la rosa se extraviaba en hiedras
el del jacinto era un insomne viaje
el de la rosa fue jacinto alado
el del jacinto iba en barco a las praderas
el del adiós será el claror eterno
el de la flor será ese único trance de la luna.
(del poemario Mi vuelo nigro
Fe
no quería cartas bajo la mesa
no quería ser menos miserable
no quería hallar uno entre los unos
no quería salvarme del naufragio
no quería el microbio de la lumbre
no quería la farsa del denuedo
no quería la blusa para el frío
no quería el farol sobre la cama
no quería estrenar mi levadura
no quería la flor en esa carne
sí quería el laúd en mi esperanza.
del libro
(fragmento de Mi vuelo nigro)
no quería ser menos miserable
no quería hallar uno entre los unos
no quería salvarme del naufragio
no quería el microbio de la lumbre
no quería la farsa del denuedo
no quería la blusa para el frío
no quería el farol sobre la cama
no quería estrenar mi levadura
no quería la flor en esa carne
sí quería el laúd en mi esperanza.
del libro
(fragmento de Mi vuelo nigro)
jueves, 11 de agosto de 2011
Verdulerías
Estoy de acuerdo con entender que este oficio no proviene de las novedades genéticas, ni de los comunes gustos familiares, por tanto no es del todo especial, aunque uno sea observado de calle en calle como un perro con manchas amarillas. Digamos, uno tiene esa extraña y venturosa suerte de no pertenecer a ninguna casta de bellos, inteligentes o vivarachos; uno es un simple vendedor de verduras, es decir, el don nadie más conocido de toda la cuadra, la ciudad o la esquina.
Mi diario vivencial no es extraordinario: me levanto temprano y enciendo la luz antes que el sol para avistar hacia la carretera la llegada del camión donde seguramente vienen mi hijo mayor y sus guacales de ramas y frutas recién separadas de la tierra. Y entonces, como suele pasar, todo recobra el mismo orden que solía atesorar la última vez. Aunque a veces no: a veces acontece una inesperada tardanza, cargada de presagios, de encontronazos automovilísticos, o de los pleitos caseros que ocasiona entre verduleros y compradores una papa demasiado abierta, un apio pequeñísimo, un costal de yuca dura, y otras de ese estilo.
¿Que si es grata la vida en el mercado? Bajo los toldos, paño en suelo, o en las paredes de la casa, la vida es la vida, y uno se contenta con ella. Hay cosas en la vida que pasan de largo, así como hay verduras sustanciosas que se quedan allí, madurando solas, pudriéndose solas, sufren de anomia gastronómica, de aculturación del paladar. Entonces, como no me han sido de provecho para el negocio, ni modo, nunca más las traigo porque cómo hacemos, pero los muchachos y hasta el perro se la tragan. Daño no me harán, después de todo. Uno trabaja para trabajar, y así ha sido.
Si se trabaja en un mercado, uno jamás verá el despunte de la noche. Todo es día, todo es mañana, lo mejor está en las primeras horas cuando uno está en los ojos de las gentes que buscan con apuros, con avidez de colores, y meten los dedos en las pulpas, olfatean el brillo de las hortalizas, y preguntan por las huertas de donde viene la mercancía. Es divertido, porque de seguro un hombre como yo tiene como vecino a otro como yo, con los mismos ofrecimientos pero una actitud diversa, regateadora, más o menos convincente de lo que me acostumbro.
Cuando niño aprendí a pesar las legumbres con mis manos. Sólo usaba la báscula para los clientes quisquillosos. ¿Cómo se aprende semejante cosa? Yo mismo no puedo contestarme. Será de tanto imaginarme a las calabazas como pelotas descomunales de fútbol, o de tanto jugar con las uvas como con metras. De tanto practicar tiro al blanco con las zanahorias. O tal vez porque mi madre me había enseñado algo más sorprendente: que nada pesaba tanto como la carne. Ella me repetía:
―No hay víscera ligera, ni corazón vacío.
Y la tierra, la entrometida tierra, la tierra entre los pies, la tierra entre las manos. No hay manera de liberarse. No importa cuántas veces tenga uno que barrer y limpiar: estará allí mientras el nutriente de los hombres siga naciendo de abajo. Pues no sólo vivimos entre los terrones: también nos acecha el presentimiento de la arena, o el olor del barro cuando se aproxima la lluvia. Cuando viene el chaparrón las gentes se llenan de miedo, se horrorizan al sentir las primeras gotas en los hombros. El mercado contrae la grisura de los pueblos fantasmales, y hasta las manzanas se enturbian.
Todo mercado es una peregrinación. Un griterío sin mantras. Pero los motivos que llevan a ella pueden ser los más impensados: para la mayoría, es buscar la meca de los vegetales donde sean más baratas. Hay que meter para la semana lo que quepa en la bolsa y en la tripa. Para otros, la meca es la búsqueda en sí; no compran nada, pero almuerzan y completan el itinerario social camino al mercado. Para algunos otros, la meca se refiere al objeto-reliquia, el aparato fuera de circulación, el tránsito de los días y de las gentes que entran y salen de la ciudad como si fueran incorpóreos.
Un día de mercado puede traer el estiramiento de la incertidumbre, o el simple alivio de los sufrimientos domésticos. Y uno, el que se la vive dentro, termina voceando, no sólo los enseres y los alimentos, sino también la historia del mundo.
Mi diario vivencial no es extraordinario: me levanto temprano y enciendo la luz antes que el sol para avistar hacia la carretera la llegada del camión donde seguramente vienen mi hijo mayor y sus guacales de ramas y frutas recién separadas de la tierra. Y entonces, como suele pasar, todo recobra el mismo orden que solía atesorar la última vez. Aunque a veces no: a veces acontece una inesperada tardanza, cargada de presagios, de encontronazos automovilísticos, o de los pleitos caseros que ocasiona entre verduleros y compradores una papa demasiado abierta, un apio pequeñísimo, un costal de yuca dura, y otras de ese estilo.
¿Que si es grata la vida en el mercado? Bajo los toldos, paño en suelo, o en las paredes de la casa, la vida es la vida, y uno se contenta con ella. Hay cosas en la vida que pasan de largo, así como hay verduras sustanciosas que se quedan allí, madurando solas, pudriéndose solas, sufren de anomia gastronómica, de aculturación del paladar. Entonces, como no me han sido de provecho para el negocio, ni modo, nunca más las traigo porque cómo hacemos, pero los muchachos y hasta el perro se la tragan. Daño no me harán, después de todo. Uno trabaja para trabajar, y así ha sido.
Si se trabaja en un mercado, uno jamás verá el despunte de la noche. Todo es día, todo es mañana, lo mejor está en las primeras horas cuando uno está en los ojos de las gentes que buscan con apuros, con avidez de colores, y meten los dedos en las pulpas, olfatean el brillo de las hortalizas, y preguntan por las huertas de donde viene la mercancía. Es divertido, porque de seguro un hombre como yo tiene como vecino a otro como yo, con los mismos ofrecimientos pero una actitud diversa, regateadora, más o menos convincente de lo que me acostumbro.
Cuando niño aprendí a pesar las legumbres con mis manos. Sólo usaba la báscula para los clientes quisquillosos. ¿Cómo se aprende semejante cosa? Yo mismo no puedo contestarme. Será de tanto imaginarme a las calabazas como pelotas descomunales de fútbol, o de tanto jugar con las uvas como con metras. De tanto practicar tiro al blanco con las zanahorias. O tal vez porque mi madre me había enseñado algo más sorprendente: que nada pesaba tanto como la carne. Ella me repetía:
―No hay víscera ligera, ni corazón vacío.
Y la tierra, la entrometida tierra, la tierra entre los pies, la tierra entre las manos. No hay manera de liberarse. No importa cuántas veces tenga uno que barrer y limpiar: estará allí mientras el nutriente de los hombres siga naciendo de abajo. Pues no sólo vivimos entre los terrones: también nos acecha el presentimiento de la arena, o el olor del barro cuando se aproxima la lluvia. Cuando viene el chaparrón las gentes se llenan de miedo, se horrorizan al sentir las primeras gotas en los hombros. El mercado contrae la grisura de los pueblos fantasmales, y hasta las manzanas se enturbian.
Todo mercado es una peregrinación. Un griterío sin mantras. Pero los motivos que llevan a ella pueden ser los más impensados: para la mayoría, es buscar la meca de los vegetales donde sean más baratas. Hay que meter para la semana lo que quepa en la bolsa y en la tripa. Para otros, la meca es la búsqueda en sí; no compran nada, pero almuerzan y completan el itinerario social camino al mercado. Para algunos otros, la meca se refiere al objeto-reliquia, el aparato fuera de circulación, el tránsito de los días y de las gentes que entran y salen de la ciudad como si fueran incorpóreos.
Un día de mercado puede traer el estiramiento de la incertidumbre, o el simple alivio de los sufrimientos domésticos. Y uno, el que se la vive dentro, termina voceando, no sólo los enseres y los alimentos, sino también la historia del mundo.
Las calles del poeta
A continuación, verán una serie de cuentos o crónicas -el tiempo dirá mejor de qué se tratan- cuya finalidad es ofrecer otra vertiente a aquellas fuentes en las cuales suele abrevar la poesía.
Ojalá les gusten.
Ojalá les gusten.
domingo, 3 de abril de 2011
Cosmofobia
Lo que no se vive
barcos despliegan sus naves en la alfombra
lo que no se escribe
una piel escamosa se quedó sin cristales
lo que nunca se elide
tú nosotros las verdades punzopenetrantes
lo que no se concibe
que me roben los planetas del recuerdo
lo que no se percibe
puedo escribir los versos más simples esta noche
lo que no se permite
esgrimir fulgurar despertar trascender
lo que nadie me impide
atravesar el desierto de una grulla libertaria
lo que no sobrevive
una tarde de abril en un seso de octubre
lo que no se transcribe
suban p'al cielo que p'abajo es flecha
lo que poco se admite
el mundo es màs cosmofóbico que cuando lo pintaron.
(Trópico de Circe, 2006).
barcos despliegan sus naves en la alfombra
lo que no se escribe
una piel escamosa se quedó sin cristales
lo que nunca se elide
tú nosotros las verdades punzopenetrantes
lo que no se concibe
que me roben los planetas del recuerdo
lo que no se percibe
puedo escribir los versos más simples esta noche
lo que no se permite
esgrimir fulgurar despertar trascender
lo que nadie me impide
atravesar el desierto de una grulla libertaria
lo que no sobrevive
una tarde de abril en un seso de octubre
lo que no se transcribe
suban p'al cielo que p'abajo es flecha
lo que poco se admite
el mundo es màs cosmofóbico que cuando lo pintaron.
(Trópico de Circe, 2006).
Piazzola
todavía sé cómo te llamabas aquella tarde
tú sonreías
yo moría
cómo has estado
vivo hace tiempo perfumado entre tus cosas
Gracias a Dios
nunca creí en crucifixiones
por eso nunca te di a beber mi alma
nunca aparté de tu sonrisa el cáliz
no me dejé clavar por tu memoria
Tú
que siempre obnubilaste mis poemas
por qué no vienes
y me cambias el nombre
y me regalas las flores más nubladas
por qué no me susurras ni me tocas
nunca vienes
jamás me desesperas
por qué tu sonrisa de diabólica curiosidad
te parezco un monumento
amas las antigûedades
compras los deseos con sonrisas
nunca te mueres
y ya tienes tu propia galería para el olvido.
Del libro Trópico de Circe 2006.
tú sonreías
yo moría
cómo has estado
vivo hace tiempo perfumado entre tus cosas
Gracias a Dios
nunca creí en crucifixiones
por eso nunca te di a beber mi alma
nunca aparté de tu sonrisa el cáliz
no me dejé clavar por tu memoria
Tú
que siempre obnubilaste mis poemas
por qué no vienes
y me cambias el nombre
y me regalas las flores más nubladas
por qué no me susurras ni me tocas
nunca vienes
jamás me desesperas
por qué tu sonrisa de diabólica curiosidad
te parezco un monumento
amas las antigûedades
compras los deseos con sonrisas
nunca te mueres
y ya tienes tu propia galería para el olvido.
Del libro Trópico de Circe 2006.
sábado, 12 de marzo de 2011
Los amantísimos
En la bañera
copulan
se electrizan
los que se jactan de amantísimos perpetuos
ella le cubre de estaño la cintura
él desabrocha cristales de su entraña
son dos cangrejos
trenzados
y sonríen
Vienen de pronto
los imbéciles amigos
pregoneros del amor a brasa recia
bautizan la pasión
con carnes
y ceniza
Se enteran los vecinos
la mamá
la calle entera
la farándula moderna
los va alumbrando con sus condecoraciones
ella revende almanaques en la plaza
pero él cree que es una náyade
o un violonchelo
él es ciclista
poeta
mal cantante
pero ella cree que es pironauta
o periodista
Se oye en la tele
la alabanza del destierro
la audiencia pide
que se incendien
que se besen
los ex-amantes se ensexan
cobran la paga
y sonríen.
(Del poemario Siniestra, 2005).
copulan
se electrizan
los que se jactan de amantísimos perpetuos
ella le cubre de estaño la cintura
él desabrocha cristales de su entraña
son dos cangrejos
trenzados
y sonríen
Vienen de pronto
los imbéciles amigos
pregoneros del amor a brasa recia
bautizan la pasión
con carnes
y ceniza
Se enteran los vecinos
la mamá
la calle entera
la farándula moderna
los va alumbrando con sus condecoraciones
ella revende almanaques en la plaza
pero él cree que es una náyade
o un violonchelo
él es ciclista
poeta
mal cantante
pero ella cree que es pironauta
o periodista
Se oye en la tele
la alabanza del destierro
la audiencia pide
que se incendien
que se besen
los ex-amantes se ensexan
cobran la paga
y sonríen.
(Del poemario Siniestra, 2005).
viernes, 21 de enero de 2011
Otros poemas
El agua baja revuelta de tu tanque
sucia la exigua claridad
me voy ahogando
Me vas estrangulando
hasta que encuentro en el brete de burbujas
mi humilde mecanismo
el fado de quebrar mi pena inexcusable
en rancias y trasuntas despedidas
Me evacuas en el lodo
donde sucumben peces y roedores
un alga limpia
me enseña el tranquerillo del estanque
Me desprendo
agradecida entre las nubes
Reaparecerme
en unos ojos que no mueren
no es sino
el más bizarro mecanismo.
sucia la exigua claridad
me voy ahogando
Me vas estrangulando
hasta que encuentro en el brete de burbujas
mi humilde mecanismo
el fado de quebrar mi pena inexcusable
en rancias y trasuntas despedidas
Me evacuas en el lodo
donde sucumben peces y roedores
un alga limpia
me enseña el tranquerillo del estanque
Me desprendo
agradecida entre las nubes
Reaparecerme
en unos ojos que no mueren
no es sino
el más bizarro mecanismo.
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