Dispongo huirnos
no me permiten los pies
ni las espaldas
vegetar
sin el poema.
También desoigo
y no escarbo más.
Te habrás perdido
frente al portón de
nuestra casa.
El nuevo hermoso
unta mis tobillos
de yerbas y ecuadores
nacarados.
A aquél,
el mismo que escapé y
vencí,
que en este instante
alguien
le cosa el río
le entregue cascabeles
orondos peces hambrientos
de su piedra.
Karelyn Buenaño.