(a los amigos que me quedan)
En torno de lo innominado
a un lado de mi enérgico poniente
girabas;
y en una sola jugada
traías escaleras, parques, bibliotecas,
crucigramas y tardes
chachareo unísono
de nuestras luengas temporadas.
Nadie era feliz-feliz, pero nos complacía
la ternura immensa de girar,
y tumbábamos las horas
para esforzar un aleteo, otra mirada.
Girabas
y en tu baile
se te torció la rosca
(destino natural del portento)
se reventó la espera.
Pudimos ser más rectos
de no creer en esas pasionarias.
Nos incendiamos
por ejercer la aurora.
Habías ganado en tanto giramiento
la disyunción eterna como adagio,
la incisura como un patio de cayenas.
Girabas
arrastrando a otras criaturas elementales
abúlicas al trance
de los espasmos del viento.
Gravitabas.
Me corregías
insistiendo.
Uní los pies,
halé el cordón sin tachadura.
Peonzas solas
sin extrarradios ni ciclos,
nos desprendimos bengalas de la tierra.
KARELYN BUENAÑO.